El frío sudor recorrió su cara y se coló por su cuello.
Su contrincante se acercaba con una rapidez
inusitada. Pensó en quedarse inmóvil, cerrar los ojos
y dejarse avasallar, pero no, esta vez no seria un
cobarde. Dio el primer paso mirando fijamente a su
rival, en cuyo rostro se dibujaba la determinación de
quien se presume vencedor. No retrocedió. Siguió
caminando hasta que una embestida lo lanzó por los
aires. Mientras su verdugo escapaba, se levantó sin
ayuda. Sus heridas poco le importaban. Más le dolía
su aporreado orgullo, que yacía agónico sobre aquel
inútil paso de cebra.
6 comentarios:
me encantó....muy bueno!
desmesurado
agonico
incitante
increible
sos un dios
.
te beso
Lo que describes para a diario en mi pais, los medios lo cuentan y tambien los periodicos... no hay ninguna legislacion respecto a eso.
Tu lo sabes decir...
Me gusto tu blog.
uiii amigo, de que sirve el orgullo, si no te hace llegar a ninguna parte
me encantas como escribes
te dejo muchos cariños y que estes muy bien
besitos
besos y sueños
Se puede percibir su tristeza, su impotencia... junto a la rabia de su orgullo herido. Me gusta como escribes, Cristian. Tienes talento, amigo. Un beso muy grande!!
Buenísimo y muy real...
Claro que a veces es mejor dejar el orgullo de lado y salvar ilesos...
un abrazo
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