
Una vez más, Rodrigo deambula sin rumbo por
Ahumada. La soledad se adivina en su actitud. En
dirección contraria camina Cristina, quien puede
hacer intensamente feliz a Rodrigo. Si se
encontraran e intimaran serían una de las parejas
que descubren la verdadera felicidad, aunque sea en
el atardecer de la vida. Ambos están a menos de
una cuadra, y ocupan la misma vereda. Su
encuentro en inevitable. Pareciera que el destino les
ayuda en su prometedora unión. Pero en ese
momento, sin causa aparente, Rodrigo se cambia de
acera.